miércoles, 13 de noviembre de 2019

Nunca dejes de sonreir

Qué fuerte, puntillers!
Esto de encontrar cosas que no recordabas que aún tenías es muy de viaje astral y experiencia extrasensorial de esas.
Arreglando papelotes, como con la anterior entrada, me ha cruzado la cara el recuerdo de cuando mis trabajos en la facultad de Bellas Artes trataban sobre el machismo. Aunque yo siempre estaba en conflicto con esto por no ser yo una mujer y dudar de la posibilidad de llevar a cabo un trabajo de investigación lícito y correcto.
Con el tiempo me descubrí más como un retratista de la realidad y no como un destructor del patriarcado.
No siempre me he quedado solo en las pelucas, los tacones y la purpurina. A veces bajaba a tanta profundidad que me costaba desprenderme de los proyectos y seguían dando vueltas en mi cabeza durante muchos muchos tiempos.
Pues eso, que os dejo un ensayo, acompañado del collage que lo ilustra, todo realizado por mi, en segundo de carrera, para la asignatura de Escultura y medios audiovisuales.
Qué bonito era pensar que me ganaría la vida estudiando Bellas Artes! Ilusa...
Os dejo con el texto y las imágenes.
 
Ya lo decía su madre: "...cariño, nunca dejes de sonreir"
Ella fue ama de casa, desde pequeña. Así fue educada, no le dieron elección.
Nunca imaginó lo que le esperaba. En cualquier caso ella nunca dejaría de sonreir.
Sí al final de su vida hubiese tenido fuerzas, habría llegado a ángel.
Ella solo creía en La Virgen Doméstica, la suya propia, ella misma.

comohiloporpuntilla

Como cualquier ama de casa que se precie, dependió de un marido. Un hombre fuerte y varonil de pene apetecible, limpio o no.
Estaba condenada por la familia, por la iglesia y por la sociedad a compartir y desperdiciar su vida junto a alguien con quien no hablaba. Ante el cual solo se abría como una visagra que se fue oxidando con el tiempo.
Pero ella nunca dejaría de sonreir.

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De pronto se vio atrapada en una casa que no era la suya y que le ofrecía las comodidades más incómodas que había en la ciudad.
Rodeada de electrodomésticos que se ensuciaban de polvo al no gastarlos y de grasa al utilizarlos. Estaba rodeada pero sonreía.

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Hijos.
Tener hijos para llevarlos a un mundo gris y egoista que condena a las personas a vivir la vida. Bueno, qué remedio... Era ama de casa, era su deber.
Acostarse con su marido constó de dos etapas distintas: al principio era desagradable, mecánico, seco. Después subo aprovechar a su marido como consolador humano sin necesidad de pilas.
Los hijos llegaron. Y como llegaron se fueron, rápido y dolorosamente.
Pero ella siempre sonreía.

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Sola y cansada, la ciudad se volvió amenazadoramente afilada, cortante, punzante. Ya no reconocía lugares que la hicieran sentir protegida y humana.
Toda esa presión provocó en su interior una fuerza, al mismo tiempo, destructora y liberadora. Como la muerte.
Lo notaba en sus sienes.
Ella seguía sonriendo.

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Continuó sonriendo hasta que un día la sensación en las sienes decidió explotar. Primero se asustó, sintió que se moría, "me estoy muriendo" pensó. Esa misma sensación la relajó. La liberó del miedo y de la angustia. Se dejó ir.
Se asomó a una ventana desde la que se despidió del mundo que ya se había despedido de ella.
Se despidió sonriendo, como ya era costumbre en ella.
Cerró la ventana y notó olores familiares, ruidos y colores que la llevaban a su infancia. Allí estaba ella, su madre. Le decía de nuevo que no dejara de sonreir.

comohiloporpuntilla


2 comentarios:

  1. Muy bueno el texto, muy bien explicada una realidad tan cotidiana como silenciosa y silenciada, realidad exportable a otras situaciones de la vida, bravo,

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    1. Muchas gracias! Esa era la intención primera del proyecto, hablar del machismo pero que alcanzara otros temas en su recorrido.

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